sábado, 11 de agosto de 2012


A pesar de las promesas de los políticos de tres gobiernos diferentes, en los últimos cinco años no ha habido ningún mejoramiento significativo en el nivel de corrupción en Honduras. La calificación IPC ha oscilado entre 2.4 y 2.6 durante todo este periodo, y ha mantenido un ranking entre los más bajos en el hemisferio.
Es triste la suerte del pobre y noble pueblo hondureño, y de aquellos países en donde debido a la pobreza y a la politiquería barata, se prolifera el virus de la corrupción. Honduras, es un país bello, rico en recursos, pero pobre en calidad humana. Tristemente en estos momentos figura en el mundo como el número uno en violencia, y el número dos en los niveles de corrupción. Esta imagen fatídica se esparce como mala yerba por todo el mundo, dándole al noble pueblo hondureño una imagen desagradable. Pero ¿Son los corruptos una mayoría? ¡No!, estos delincuentes solapados, con cuello blanco, son minoría, porque la mayoría del pueblo, que son los pobres, y viven en zonas rurales, y son nobles, honestos y sufridos. Como siempre, por causa de una minoría negativa, se guzga a toda una nación, porque los buenos somos más.
de un proceso de deterioro de valores morales, espirituales y sociales que a lo largo de 30 años han minado y empobrecido a la nación. Todos sabemos quiénes son los corruptos, y si hay corruptos, es porque existen corruptores. En la fiscalía y en los juzgados hay miles de expedientes guardados que desenmascaran a los que usando el Sin embargo, esto de la corrupción no es un fenómeno actual, sino que es el efecto lento poder político y el engaño, han llevado al país a esta triste situación. La causa que desencadena esta enfermedad de corrupción radica en la “ambición”, que produce el deseo de tener a toda costa, vendiendo principios y aceptando sobornos u ofertas indecentes. Esta ambición desencadena la “codicia”, y como efecto de ello, las personas ponen su confianza en el poder económico a costa de los valores espirituales. Es por ello que aparece la explotación, el robo, la mentira, el soborno y chantaje, acompañado de las falsas promesas y la adulteración de lo producido y vendido. No importa la salud y el bienestar de lo demás, lo que vale es el tener buenos dividendos, aunque con ello lleve a mis semejantes a la muerte o miseria.
¿Qué podemos esperar de la sociedad cuando los que predican la moral, también se corrompen? Mientras no haya temor al engaño y a la mentira. Mientras queramos obtener bienes de forma rápida y sin esfuerzo. Mientras no reconozcamos a Dios como principio de la sabiduría, difícilmente podremos sanear a la nación de la corrupción, que es hija de la codicia y engendra el engaño y la maldad, llevándonos a la miseria y extrema pobreza. Dios tenga misericordia de Honduras.

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