sábado, 4 de agosto de 2012

LA CORRUPCION EN HONDURAS



LA CORRUPCION EN HONDURAS
La corrupción es el principal desafío que enfrenta el país. Es el obstáculo más serio para el desarrollo del sector privado, según los empresarios, y el tercer problema más serio, después del crimen y el alto costo de la vida, según los ciudadanos. Los hondureños perciben que la corrupción es generalizada; uno de cada cinco hondureños ha sido víctima de la corrupción" Así dice el primer párrafo de las "Conclusiones del Diagnóstico" contenidas en el documento que resume la Estrategia Nacional Anticorrupción del gobierno de Honduras.
En efecto, la corrupción se ha convertido ya en un problema de tal magnitud e importancia que no es posible subestimarlo ni, mucho menos, ignorarlo. Su
ampliación creciente, su gradual masificación y su innegable capacidad para reproducirse y diversificarse a través de todo el tejido social e institucional del país, le conceden una capacidad desintegradora muy grande y la convierten en un factor clave para explicar y entender la crisis por la que atraviesa Honduras.
En los últimos años, sobre todo durante el proceso de transición política desde el autoritarismo de los regímenes militares hacia un sistema político democrático y plural, la corrupción se ha hecho cada vez más visible y manifiesta. Es como si la visibilidad de la corrupción se hiciera más notoria y vigente, a medida que la sociedad se abre cada vez más hacia una convivencia democrática y tolerante. Y por ello, no es casual que algunos analistas y estudiosos del tema concluyan fácilmente que hay un vínculo estrecho entre la transición hacia la democracia y el crecimiento de la corrupción, su desarrollo e institucionalización. O sea que la democracia y la corrupción, de acuerdo a esa visión crítica, marcharían juntas y se desarrollarían en forma paralela, estimulándose mutuamente y generando, cada una por su lado, condiciones oportunas para su propia ampliación y reproducción.
Esa es una conclusión que, además de falsa, puede resultar dañina y peligrosa. La corrupción no es inherente a la democracia ni la democracia es el mejor caldo de cultivo para la corrupción. Lo que pasa es que la democracia, a diferencia de los sistemas autoritarios o totalitarios de gobierno, crea las condiciones más apropiadas para sacar a flote la corrupción, facilita el espíritu de denuncia entre la población y genera la búsqueda de la transparencia y la rendición de cuentas en la gestión pública. En otras palabras, la democracia, al ampliar y vitalizar los espacios de la política, hace más visible la corrupción y, por lo mismo, contribuye a dimensionar su significado y consecuencias.
La corrupción en Honduras no es un fenómeno nuevo ni es, claro está, un problema exclusivo de nuestro tiempo. Surgió y se desarrolló a través de la historia, tiene antecedentes definidos y causas de origen claramente establecidas. A lo largo de su crecimiento y consolidación, la corrupción ha evolucionado a través de diversas fases y etapas que han condicionado directamente su contenido, sus alcances y la magnitud de su impacto al interior de la sociedad.


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